lunes, 4 de febrero de 2008

Lu Robles

Canción del enojo

Más allá de mí, el infinito,
el dolor, la irreverencia, el absoluto
la instancia del recuerdo convertida en calvario
telenovela pop la del proyecto
de esa que quieren que sea
y ni a putas puedo.

Esta es una canción para mi enojo
un grito de auxilio a mi decencia
un centinela de alcoba a mis pecados
los que he condenado a conciliarse.

Que se besen los ojos asesinos
de aquellas caras largas del espejo.
Que se acaricien hasta comulgarse
aquellos puños que rasgaron pieles.
Y que no exista más, yo, la del enojo
la del irremediable corazón dolido
la que se culpa cual virgen de dolores
y se azota como hija del mismísimo dios mío.
La que se clava en la cruz todas las noches
y se desclava para desangrarse todo el día
A todas esas voces incoloras
que se escondieron en la tina
cuando desgarré mis venas.

A aquellos suplicios recitados
cuando con agua se diluyeron
los veinticinco diacepanes de mi cumpleaños.
A las postales de despedidas
que llegaron sin dar explicaciones
porque el bang-bang resulta caro
para una pinche desempleada de la utopía.

Tomadas de la mano

Por las lágrimas que juntas derramamos
por el intricado ombligo que eternamente compartimos
por los estigmas y el dolor
que nos nacieron madre-hija
en medio de un rosario de condenaciones

Porque te escucho –latidos- en el silencio
te confieso verdades cuando me culpo
me incrimino dolores y nostalgias
desde mi yo-engendro
desde mi nulidad y pequeñez de feto inoportuno.

Porque llevé tus estigmas, y me tragué tus dolores
las lágrimas que derramaste se perdieron en el escote
y se fundieron en mi saco
y porque aquello que no lloraron tus ojosl
o confesaron tus entrañas
transgrediendo mi paraíso ectoplásmico.

Fuimos esas inoportunas
las arribistas, las no llamadas
las que fueronen el límite de los objetos permitidos
y vieron la luz en el semen olvidado.

Porque nos cargaron sobre la espalda
los siglos de racismo acumulado
los miedos de la indianidad latente
porque fuimos espejo de las minimiedades
y las podredumbres de lo que se oculta y sin palabras se nombra

El dedo de la abuela nos sentenció a la muerte
pero la vida es rebelde a las excusas
y el miedo aunque carcome
construye historias que medio se paran

Y estamos aquí
tomadas de la mano
indianidad negada
feminidad culpable
tú la deshonrada
yo la impronunciable
unidas de nuevo por el dedo acusador
y los argumentos del reproche
hundidas en la esquina de la oscuridady el olor a sangre

Aquí estamos presentes
porque a mi vicio de oídos sordos
se le ha unido tu sonrisa perenne
y esa forma de ser que no sé si me alegra o me destroza.

Lu Robles. Me nombraron Ana Lucia, me reinvento Lu, mujer, lesbiana, feminista, antropóloga, poeta, escribiente. Nacida en Guatemala a finales de la guerra interna (1981), mestiza y clase media, crecida en el altiplano central guatemalteco.