jueves, 6 de marzo de 2008

Gabriela M. Lago Ferraro

Oquedad

Vacío en el cuerpo socavando el lejano batir
de la sangre rota, de la feminidad perdida.
Donde yo iré, irá la lluvia dolorida,
el fantasma herido de mi niño
que no pudo nacer.
¿Dónde van las almas que no hallan
una morada para retornar?
Y todo niño muerto será el mío
que fracasado su rostro tendrá el único
que podrá reunirse al final del día.
Antes era la posible maternidad
en el arribo de las lunas.
Ahora nada despierta tras el llamado
y todo abre el estigma,
el disimulado tajo en la memoria,
tras los vestidos.
¿Hacia dónde abre esta oquedad sino es
hacia el tiempo de la sangre quieta?
¿Y hasta dónde llegará
con su pie invisible y mudo?
¿Qué puede crecer allí
mas que el torvo presentimiento
de la desolación?

A veces prometí no ceder
una pizca del cuerpo que no reconozco,
pero luego el terror a la muerta
abre la mano y todo lo dejar ir.
Después, la palabra prohibida y negada,
la dilación de los eufemismos:
“vacía”, “vaciada”, para nombrar
el mismo hueco, la misma humillación.
¿Qué condena antigua, desconocida,
de otra imperfecta andaré pagando aquí?
¿Y dónde están las mujeres que antes lloraron
el vientre ahuecado? ¿Por qué esta soledad
de volver a reinventar la misma alegría
al margen de todas y de cada una?

Y al final, tantos niños sin madre
creciendo bajo el techo unánime
de la desesperanza,
y tantas madres inconclusas
que esperan el arribo de esos niños.
Este desencuentro es un rostro idéntico,
la mano que al espejo no alcanza
tanteando sin término
la oscuridad de una habitación vacía.



Gabriela M. Lago Ferraro nació en La Plata, Argentina, el 12 de abril de 1969. Es Licenciada en Antropología y Maestra. Es Docente en la UNLP y Orientadora Social en escuelas primarias y secundarias. Ha difundido ponencias científicas y algunas poesías y cuentos en ámbitos locales.