lunes, 19 de mayo de 2008

Miguel Reynoso

ORACIÓN SIN GRANDES PALABRAS

In memoriam Xóchitl Sara Perales López

Siento el golpe confuso de la sangre y es profunda la noche en el labio de la escritura.
¿No hemos visto esto antes demasiado? La muerte tiene un gusto por los huesos
fecundados por el agua viva, por los altos rocíos que gobiernan las cosas mínimas:
La zarza quemando cuando estalla, la aglomeración gramínea que acidula la granada.
¿Acaso el polvo, en su estática espuma, te ha resultado un descanso?: Vano es morirse
por mano muerta batallada, ceniza cuajada sin paraíso ni yemas en el fruto.

¿Te alivió tanto el estruendo como esperabas, fue tanto el amor cuando vivías
Que obviaste la gloria con el árbol nocturno de la muerte?
La vida no es perfecta, ni con el agua ni con la curva de contingencia se nos cumple
La forma del hambre, primicia en la mano de los ordinarios.
Vamos, somos patéticos: Nada nos colma el cuerpo, ni los labios ni las uñas,
abrir la ventana no basta…, y tú cerraste la puerta, te encerraste en la mano ciega
de los miércoles,
así nadie llegaría puntual para que vivieras sino para que murieras…
Tú, en cambio, ya habías azotado todos los perros con estruendos,
con la obsesión que no deja dormir los ruidos puntiagudos entre los dedos, entre la voz
de una garganta que no se calla sino es con la piedra verde del silencio.

¿Acaso estás mejor en polvo que en la mínima miseria que somos cuando vivimos
entre los labios el rojo fresco de la manzana ,bajo la sombra blanca de la paloma?
Esperamos ahora que la muerte no te resulte un desengaño… No, miento,
mi mano no es pura caligrafiando alacranes entre los dedos como pistilos secos
embrocando consuelos en la manta lutosa de las sombras:
Cierto, Sara, el amor es un fuego ciego, una mirada
que si no alumbra
en tiniebla con septiembres y aguaceros de muertes ácidas,
que si no alumbra con los ojos de alguien
enyerba el oído con voces mascadas por muertes ulceradas
que si no alumbra deshogando la cepa de la carne
amortaja con pálidos arco iris que serán las puestas de la muerte…;
pero ahora eres tan inmóvilmente turbia en tu caja de ceniza y fértiles abismos.
Estar así de ceniza ¿encuentras la alegría como una piedrecilla en los dedos acariciada porque tiene una
sombra abierta, algún trigo de gracia sembrada en el ojo de los astros?
Si hubieras esperado a que el légamo de tu pesadumbre te mordiera los pies,
a que la puerta que cerraste hubiera matado para siempre —aunque presente— la mala sombra del amado
respirando este aire subterráneo de las insanas aguas ofrecidas a tus labios.
Pregunto —y es voz de todos en los ojos de todos—:
¿Qué mano dejó el estruendo del trueno alcance de tu mano?
Si hubieras bebido el agua gastada de los ventanales, el aura triste del amor
Que se nos muere porque nunca fue nuestro…
Cierto, nos volvemos animales mansos, más lentos que los mudos y los sagrarios,
pero en este silencio sin alianzas urdimos golpes a las nuevas palabras.
Que se diga lo que se diga: Estás muerta, más muerta propia
porque necesitaste lo que los dedos lavan con el furor del abandono,
el del más allá,
el que viene del fondo de los espejos y los desdenes,
el que de tarde en tarde puso estatuto a tus futuros velorios,
porque precisaste del anillo que te unió a la muerte asistiendo en parto contra la vida.
El trueno del estruendo que rompió el almendro de tu cabeza:
Lo que no entendemos ¿Por qué buscaste
la canción más negra cuando buscabas sostener el evangelio que dicta el amor?
Así el granero se enrarece en la rima amarga mientras pisan tus pies el otoño silencioso de las mariposas?
Qué evangelio el tuyo, necesitaste de la muerte propia
Para serenar las delicias del cuerpo con la flor obsesa,
Para estar más cerca, casi en el aliento que no se mueve en la boca,
casi rozándote la vida en pólvora no queriéndola.
No sé si en esto estuvo tu salvación, si este espino que te hirió te hizo jardín
Con el estruendo en tus manos.
La muerte nos asombró abriendo en sombras, en capullo el surco de tu boca.
Ahora tú te rozarás con los muertos que perseveran con otros calendarios,
verás crecer tu cabellera en los días reales y lentos de los columbarios,
verdad más demostrable que es crecer entremuertos midiendo el tiempo con el reloj
mortalde nuestras manos.
Nada mide tus hechos que pronuncian otro nombre en la costumbre lenta de los huesos.
Nosotros seguimos aquí
porque nos aguanta la carne
porque seguimos en el techo de los muertos aunque nos vemos vivos.
A nosotros sólo nos queda cumplir con la muerte espiral de los padres…,
somos tan ordinarios
cumpliendo este designio de ojos voraces tragando verde para crecer en el polvo.
Pero hoy qué pólvora de polvo se nos arremolina en la piedra jade del pecho,
nos sorprendiste para decirnos que la luz del día también aprieta por la noche
cuando el amor se convierte en el más triste pan mojado del hambre.
Qué hambre de crepúsculos esta miseria que nosecha tierra en la cara del desarraigo:
La vida nos da o nos pide alguna fruta desconocida, esto que soy porque solo soy,
y pecamos —pobres en las ansias de Dios— con nuestra pobreza;
y cierto, si no fuera por las seis cuerdas enla madera del artificio, por lo que bebemos
en las manos como un agua encendida por lo mismo de otro modo,
diríamos que la vida y sus provincias de vanas bromas nos ha sido insuficiente.
Soportamos por la costumbre,
porel calendario cíclico que nos libra del espejo y el humo de su espanto.
No hay grandes palabras para esto que ya hemos visto demasiado.
Ya no somos inocentes con las letras en la mano, con tu hecho, ya no lo somos, Sara:
Nadie habla de glorias, hoy sólo nos basta sobrevivir este menesteroso pan del hambre que nos han dado por vida.


22 deseptiembre de 2005
ManuelAcuña 277
Guadalajara,Jalisco


Miguel Reynoso. Nace en Guadalajara, el 8 de abril de 1957. Recibió los Premios Nacionales deLiteratura Alí Chumacero (1998) por el libro Telubrio y el Premio de Poesía Tijuana (2002) por El hombre de los faros. Fue becario delConsejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECA) por el libro La historia verídica de tu cuerpo (2007), poemario que lo llevó a visitar tierras cubanas, travesía abordada por la revista Proceso y el diario Público.