jueves, 13 de marzo de 2008

Jeannette Lozano

Primer esbozo de sed

--Tengo sed.
--Háblame de tu sed.
--¿No ves que está seca mi lengua?
--No quiero que bebas del agua.
--Mi sed está en mi voz.
--No vayas al papel, usa tu memoria.
--Necesito que me escuches.
--Te escucho.
--Sólo los muertos escuchan.
--¿Y yo?
--Tú no me puedes entender.
--Quiero que me hables y que no bebas del agua
--¿Hablas de mi desierto?
--Hablo de lo que ves.
--Desierto y sed. Mis labios están secos, siento una fina tela blanca
en el techo de mi paladar.
--Háblame de eso: de tu sed de caricias, de ternura…
--Lo dije en el poema.
--¿Me lo puedes dejar?
--No, quería leerte lo que escribí en el vuelo.
--¿Lo traes mañana?
--Mañana seré otra.



Epílogo


I

Agua. Agua sin luz a la sombra de la luz. Agua creciendo desde el fondo.
Borbotones manan bajo el puente.
Las pilastras toleran la calamidad. Luego del remanso el fluir
de los reflejos en el río.
Hablas de la primera voz, y no la escuchas.
El río deja su estela doliente
y avanza.
Caminas la orilla y observas el coro de los pájaros,
el brillo dorado sobre las piedras.
Te detienes frente al cristal.
Un pequeño insecto de cuarzo te recuerda que existe un destino.
Preguntas la fecha, anotas el día sobre el papel,
sales de la tienda y sigues el curso del agua.


II

Pensativa, frente a una jarra de cerveza, llegan acordes de Mahler.
Casi es la música, y sin embargo, se desvanece en tus hombros la historia.
No, él no lloró. La voluntad tiene su límite.
El látigo, la castración del buey, el barritar del elefante
y su grupa de plomo.


III

Das un sorbo y la espuma
revienta en tus labios.
Mirar el río bajo el puente te consuela,
el óxido en las efigies de los reyes,
la corriente deslavando las pilastras de sillar.

Cae el sol y mancha el oro
de las tejas.


IV

Te encaminas al hotel y llevas aún el amargo sabor de la malta.
Te ofrecen florines por dólares, miras las vitrinas repletas de antiguallas,
los íconos contra la pared, los muebles de maderas de Flandes,
las tallas de perla incrustada.

V

Ah, si sólo pudieras llenar tu casa de bellas cosas de otras épocas, repetir
las palabras del propietario:
“Esto perteneció al archiduque y a su nieto…”,
simular una historia que armas como el poeta el rompecabezas,
contar una y otra vez el derrumbe de la casa quemada,
el colchón ardiendo, la tía ciega gritando desde el zaguán… No, nadie te creería.
En poesía la historia es calumnia. Las cosas de la estirpe se callan.
Son otros los momentos del agua.


Jeannette Lozano Ha publicado entre otros Mujer dando la espalda (mención al premio Ramón López Velarde), Desierta Memoria, (Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta), Todo antes de la noche, 7 Visones en colaboración con Gonzalo Rojas, Los momentos del agua, en edición bilingüe inglés-español. Ha traducido a Primo Levi, Alda Merini, Charles Wright, Roberto Carifi y actualmente prepara una antología de poesía norteamericana con textos introductorios de Harold Bloom.