jueves, 6 de marzo de 2008

Ricardo Becerra

I
Dicen que de niña fui proclive a los cianuros
que naufragaba entre cuchillos
que resbalaba al filo de la histeria
y me hundía profunda en los letargos.
¿Dicen?
No.
yo lo digo
deambulo soledosa por los patios
desde la parota
el ave oscura criba sombras en mis ojos
escalda amarguras en mi lengua
me empoza eterna su tristeza

II
Desde niña cocí frijoles de olla
tuve hermanitos sin padre
repartí tortillas sin madre
nunca cumplí años:
¿dónde estaba mi padre fantasma
con su olor a cerveza?

Y mi voz fue silencio
mi falda desgarrada
cubrió de caricias el cielo
y mi madre ausencia
lavó semen en mis pantaletas
y mi herida se hizo abismo.

III
Por las noches
reclinada en navajas de miedo
musito plegarias
ofrendo ramilletes
amarillas lágrimas
al fantasma de mi desolación.











I
Voy a desnombrarme
a romper a la que soy
máscara
a arrancarme las uñas
y destejer mis dedos de costumbre
¿a qué horas soy?
¿qué tableta me toca?
eco de sal
caigo por las nubes

II
Pendo de la tormenta
sin lluvia azul
latigueo mis ojos
me tiro tersura de arena
chasquido de polvo
resurgiré inefable
sin el tiempo rugoso
tocándome la espalda.

III
Suelto amarras
busco mía la palabra que me nombre
cedo los espejos
mi ropa en la almohada

dejé marcharse al hombre
canta la linfa de mis venas.






RICARDO BECERRA Artesano y poeta. Tlaquepaque, Jalisco, México. Coautor de los libros Verbo cirio VII, y Memoria del relevo