lunes, 24 de marzo de 2008

Refugio Pereida

Padecí la enfermedad de mirar
las velas de los barcos
a través de la lluvia,
se me quedó en las pupilas
una red
y el intento obstinado
del pescador de olas.




A la orilla, siempre anduve a la orilla,
una tarde
encontré vísceras abandonadas
sobre la arena,
los pescadores que regresaban al mar
eran felices,
las aves tejían una alfombra
de rústicos espacios,
caminé más hacia la soledad,
fui cangrejo miniatura,
recogí estrellas de mar mal olientes,
las enjuagué con agua de lluvia,
pero supe que no eran para mi.

Al borde, iba al borde de las rocas
haciendo malabares,
estoy acostumbrada
a caer en mi propio barranco.


Aquí estoy,
cerca de los olmos que extrañan
a sus deshojadas sonrisas.
En esta tierra
los caminos se fisuran
y se debe comer un pan
contra el susto de hallarse
bajo la piel de una bestia que ama.
Aquí estoy,
para el árbol tenebroso,
porque me gustan las historias que tienen final feliz,
porque no diré jamás que soy valiente,
porque al tenerle miedo a la casa de los espejos
entro como si fuera mi casa, quisiera huir
o creer que eso quiero,
y volver al miedo porque soy cobarde.
Y quizá por eso, estoy aquí.

Un gorrión juega
sobre el árbol de la mora,
es mi corazón,
frágil flama,
que por voluntad propia,
se alimenta de agusanados frutos.



Carta de Lilith

Amado mío:
Toqué las puertas de mi propia carne
y encontré barro y mar para una noche.
No pude seguir las floridas
circunstancias de la sumisión.
Salí del follaje para buscar las trampas,
hallé a una mujer bajo tierra.
Siempre se puede caer más bajo.
Quise caminar sobre los musgos,
en los ríos, en los desiertos,
yo quise enseñarte mis hojas verdes
mis hojas oscuras, mis hojas secas.
Quise mostrarte las nubes,
la lluvia te daba miedo.
Tú hacías vendimia de reproches
en un bosque del que ya estaba cansada.
Qué otro cansancio podía sentir
si no el de tus de frágiles redes.

En los pies me crecen alados cactus.
Me voy.
De tu costilla
vendrá una mujer para consolarte.
Ten cuidado esta vez.
Será carne de tu carne,
metáfora de lo que quieres.

En periplos jugaré noche a noche con el tiempo,
seré la luna, la humedad
que acomete a las habitaciones de los casados
para fecundar incontenible, su oscura simiente.


Refugio Pereida. Ozumbilla, Estado de México (1970). Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM y el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM. En 1999 con su poemario “Silencio” obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Amado Nervo”. Ha publicado “De noche, una calle” (Praxis, 2002) y “Palabra sucia” ( La Tinta del Alcatraz, 1998); algunos poemas suyos han aparecido en diversas antologías y revistas literarias.