lunes, 24 de marzo de 2008

Sonia Betancort Santos

Pero la ahorcada de Sade sigue siendo bella

Puede coserse un cuerpo con los hilos de su dolor.
El que juega con ella despliega soberbia.
Princesa del espanto. Novia resignada. Galimatías del pánico.
Sólo la niña que fue
aniquila el poder de esa sombra.(El poder).

En sueños espera convertirse en otra.
Pero la mano feroz que se aposenta un instante en el rostro
no deja de repetir su encuentro multiplicado.
Su mejilla entonces se desbarata
y al fondo suena la canción de una muñeca rota.

Ahora es una mujer de esquemas miserables.
La que aguarda ser descubierta en la cifra de la culpabilidad.
La negación de la que se resiste.
La negación de la que no se resiste.
El tigre de ese látigo. El algodón. El yodo.
La forzada a ir al encuentro y almacenar un yugo.

Esta vez enfrenta el golpe
con la boca abierta de sorpresa. Como un títere.
Porque el amor retiene tal vez
una caricia oculta en la violencia.
Porque no se puede salir de ese círculo
que balancean sus odios fríos. (Otra vez el poder).
Porque el amor. Porque no. (Otra vez el amor).

Pálidas monedas de espectador chorrean en el espejo
por el que avanzan juntos en el vals de la ruptura.
Esta vez enfrenta el golpe sin pétalos ya. Como una flor mustia.
Prometida mutilada. Pesadilla de Tim Burton. Grulla de papel.
La mano del otro la deconstruye y casi la mata.
Pero la ahorcada de Sade sigue siendo bella.

Mientras. Tú. El impenetrable.
Quisiste castigar tu despiadada sospecha en ella.
Perdido estás en el recelo de ser más débil
y tu mano revienta contra el peñasco del miedo.
Prisionero en el ostracismo de la soledad.
Con los ojos llenos de hormigas. Ciego de inseguridad. Hueco.

Arrojado estás al desamor. Dueño eres de nada.
Ondeas en el aire tu mano herida
y en el útero en que te viste nacer estás ahogado.
A ella le dejas en el cuerpo un racimo de uvas rotas.
A ti te persiguen la enfermedad y la condena
de la más absoluta indefensión.


Amo a la bruja de este cuento
a la esposa confusa que esparce veneno
en las alcobas de los sueños
amo a su gata subterránea
con su cola sucia
con sus bigotes finos como rayos
con sus dientes afilados
amo su norma de ser indiferente
gemir sobre la almohada fría
y salir de viaje con los ojos vidriosos
amo lo oscuro de su pata caliente

amo a la frenética mujer sardina
la de freír tiempo en los mercados
la de nadar en la bañera con el corazón roto
salpicado de nueces y lagartos
la del feto en el frasco de colonia
la de las botas hinchadas por la lluvia
la débil y serena mujer
que atraviesa las bisagras de la casa
y se confunde con el polvo
y nadie la ve pero tiene un perro que la mira
desde el fondo de su ojo acomplejado
y la comprende

amo a la mujer pirámide la niña al revés de todo
la equilibrista del ridículo
la del miedo a pasear y que la miren
la del miedo a pedir una barra de pan y que la miren
y correr hasta casa y adelante del espejo verse
desnuda sin superficie y dorada como un bebé

amo a la mujer viaje
a la que enfrenta convencerse de aquello que piensa
amo a la violadora de jugos y miserias y leyes y reglas
a la creadora del jazz de calendario
a la que bebe y fuma y fuma y bebe
y cae en el prototipo de estar más sola que ninguna

amo a la mujer cerradura
la que deja que entre
la que es herradura del gordo
que masticaba una estrella ese día
la que es pantomima de la nube
la que es molinillo del viento
que agita el capricho
y cae
y vuelve a volver sobre la caída
y cae
y no disimula que cuando cae
en realidad se acuesta
sobre un gran lecho de palomas dibujadas


Sonia Betancort Santos (España, 1977)-
www.soniabetancortsantos.blogspot.com
Poeta, investigadora y gestora cultural en la Fundación Gral. Universidad de Salamanca. Lic. en Humanidades, Experto Universitario en culturas de India, Master de Estudios Latinoamericanos, doctoranda en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Obra publicada: Intima Exigencia, Ed. Atril, 2000; Palabras de Paso. Antología, Ed. Víctor Jara, 2001; Paisajes del infierno, Antología, Ed. Atril, 2002; La poesía que viene. Antología, Inst. Fray Luis de León, 2002.