martes, 1 de abril de 2008

Hanzel Lacayo

Impudicia de una niña que sueña

A las niñas tomadas



La niña le dio con el mango
de la carabina que él mismo
había usado dentro de ella,
pensando: he derrumbado
al gigante de la torre
que mi torre ha derrumbado.

¡Pero no! Qué gélida sorpresa:
encontrarse sola y asesina,
de espaldas a un mundo
diestro en arrullar a diario
al arquetipo de los bárbaros,
que esposan a las mártires
y bailan en señal de gratificación,
porque no hemos sido nosotros
ni tampoco lo seremos nunca:
aquellos que matan, tarde o temprano
—y siempre matan demasiado tarde—:
a quien nos confinó a vivir
soterrados bajo escombros,
a recorrer calles más grises,
a bebernos de un solo sorbo la ciénaga,
a encintarnos la boca
con la fetidez de algún silencio mustio.

Mas el gigante despertó
y volvió a tomarla, y ella lo soñó entonces,
embebida de resquemos,
en otredades para alcanzar la perfección
de su falo desintegrado y su calavera.



Pasillo C, Sala B


Algo has perdido, y no lo sabes.

Enclavas, vestido blanco, escaldado;
una mar blanca de tela arrugada,
luces de cine mudo, trepidando;
un tubo del cual chupa tu vena;
tu muñeca, cual sanguijuela,
con cinco dedos de uñas crecidas.

¡Algo esquivo has perdido!
¡Algo vino has exhortado al abismo!

No caminarás igual entre los simios.
No ensuciarás: polvo; no pudrirás: hongo.
Te lavaron con zumos jabonosos
todo el día para evitarlo.
Un chorrito húmico de pantano
no podrás tornar en prado.

Nadie trajo flores en tu contra cuando preguntaste:
¿Dónde está mi hijo?
Tú no lo sabías entonces, ni ahora mejor lo sabes.
El telón fangoso de la tarde caerá,
y jurarías no haber botado tus cabellos.

En un repente, lo blanco se ha sextuplicado
y vives topo como al interior de un dado,
ciega de blanco y coronas ceremoniosas.
Nadie sospecha que dentro de ti
el fruto ausente crece cual carbón de hulla,
y prueba es esto de que desde tu vulva
pueda quizás algún día llegar a florecer un diamante.

No sabrías explicarlo, pero estás segura,
segura de que lo recuperarás,
contra imperios y égidas
y los caldos medicinales
y las camillas con cinturones
y las agujas clavadas como dagas
en los pechos convalecientes.

¿Pero cómo se abrirá tu hijo oscuro
si en ti también te has hundido?
Cereza negra con hilos, al pie del fermento del vino.
¿Cómo decantar mente de cuerpo soterrado?
Mujer rota, regresada dinosaurio del pantano,

Yazte tu propia hija, destrúyete del museo, y séte, ¡madre!



Hanzel Lacayo (Managua, 1984): Poeta, narrador y fotógrafo. Ha publicado: “Discrepancias” (2001) y “A Contenciones, Conspiraciones…” (2007). Miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Granada. Galardones: “Primer Premio de Poesía en Homenaje a Rubén Darío” y “Primer Concurso de Cuento: UCA Literaria”. Es una de las voces más sólidas de la nueva poesía nicaragüense.
http://hanzelacayo.blogspot.com hanzelacayo@hotmail.com