lunes, 25 de febrero de 2008

Karen Reyes Estrada

“Dentro mío…el renacer”

Miro mis dos piernas, mis brazos y toco unos ojos,
todo en mí tiene un par,
a la altura de mis pezones,
los barrotes me engalanan cada puño,
el candado de la celda me va disecando con su música perpetua,
y sobre la cuchara de mediodía se distorsiona mi imagen,
poco a poco me asemejo más a su curvatura,
soy luna creciente mientras mengua mi corazón.

Estoy acompañada todo el día,
los ojos que limitan,
las manos que asustan,
los pechos como marejadas que se acercan,
y sobre mis piernas el vientre que va tomando autonomía.

La memoria que se empeña en tener cargos,
yo no se los acepto,
estoy satisfecha con el destino que mis palmas cosieron
con hilo de metal blanco y con hilo de gotas carmines,
retumba la defensa propia en la comisura de mis sienes,
yo era yo con miedo,
ahora soy yo sin pero con,
dualidad bien cimentada,
yo sin libertad pero sin sus tormentos,
ahora yo contigo, para hoy y para siempre.

Me desperté entre la laguna de mi propio dolor,
y al pasar de las agujas,
junto al desborde de mi misma,
me llamaste a gritos,
te conteste con mi silencio cansado.

Voy a compartir mi celda, mis barrotes, mi cuchara oxidada,
y mi bosquejo de libertad que en ti se vuelve un regocijo al óleo,
tú eres mi hija, yo soy tu madre,
juntas en este tiempo para mi ilimitado
aunque haya barras te pondré alas,
aunque sin luz y entre grietas
serás llama de mi vela.

Dentro de estas paredes secas tú me alimentas,
hoy son tus labios los que engalanan mis pezones,
tus manos matizan mi horizonte,
toco tus ojos y es entonces cuando mi alma rota se recompone,
con tu nacer yo estoy curada,
soy una mujer completa aunque este encerrada.


“Alma huída”

Estuve respirando bajo la mirada de la pólvora tentada a salir,
en la espalda de mi nuca esta sellada la boca de algún calibre,
y sobre la faz de mi cuello se enreda cual hiedra el vaho del coartador,
en el instante en que amordazaron mi libertad, mi alma se agrieto,
se escamo y desollada se fue corriendo sola…
sin mi.

Reducida a vestigios que se mezclan con los suelos bajos ha quedado la luz,
cuento el calendario de mis costillas que se dejan ver,
lavo con lágrimas las hendiduras de mis rodillas cada noche y cada día,
sólo mis párpados son refugio,
y mis manos por mi cara las guías que me conducen al recuerdo de quién soy.

Hoy han llorado mis labios al encontrarse con el estruendo de nudillos,
del encuentro violento de los conclaves de mis caderas con su verdugo minotauro
ramifican en mi columna las cicatrices que dan relatos de voces agotadas,
y van escalando sobre tormentas los pequeños instantes de cordura
como peregrinos en un destino de arena y de balanzas soberanas.

Fue una caricia dolorosa el resucitar de la voz conocida por una mínima bocina,
como un hilo de pétalos que se va desvaneciendo
al toparse con el tirante frío del metal circular encarnado a mi muñeca
que se destiñe y se desconoce,
pero resuena desde hoy como una oración tu voz devastada,
una oración…
tu voz.

Abuso de mis recuerdos,
les quiero obligar a ser mis pies para erguirme sobre ellos e irme caminando lejos,
mi sentirse hoy retráctil ya no asoma más a este lecho,
y mis latidos atenuados por el miedo,
junto a mi alma han marchado también,
me han abandonado.

Seré un fútil recuerdo,
seré un limpio trueque entre el amor y las garras del desprecio,
camino del reencuentro de mi alma no la encuentro,
con el roce de tus brazos y del día yo me quemo,
y si estoy viva será sólo en mi recuerdo…



Karen Reyes Estrada 02/12/1983 Originaria de Cancún, Quintana Roo, México. Estudio la carrera de Letras Hispánicas en Mérida, Yucatán, México. Ha escrito cuentos en diferentes publicaciones universitarias, así como artículos en revistas de campos variados. Su poesía ha sido publicada en calendarios de arte. Actualmente cursa un master de Gestión del Patrimonio Cultural en la Universidad de Salamanca, España.