jueves, 6 de marzo de 2008

Vicente Cervera

A Fanny Browne (1819)

Me asombra que los hombres puedan morir mártires de la religión. Tiemblo al pensarlo. Pero ya no tiemblo: me dejaría martirizar en nombre de mi religión.

(John Keats)





Leona herida
a muerte, por la flecha domeñada
y sin poder de salvación.
Y sin poder más que arrostrar
hasta el último estertor tu sola
fuerza atravesada por indómita
pasión. Voluntad de oscurecer
la luz que asoma es tu rugiente
dignidad, que hace a la muerte
prisionera de tu aliento, e idolátrica
la faz de quien te mira. Cuerpo inmortal,
no requieres la soberbia reflexión
que te eleve hasta el altar
ni la ungida inspiración
de otra ceniza enamorada.
No eres piedra
ni relieve consagrado. Ni la extática
atracción de algún museo. Sólo el cuerpo
que se apoya en su imposible sujeción
del ser que muere y que convierte
sus extremos en su lastre y su lastre
en su poder. Perfil inquieto,
pronta estás a perecer. La faz graba
su gemido, que ya es hielo y todavía
es amenaza y gravidez. En ti pienso
al ver llorar el rostro amado
que está herido por tu herida,
la mortal de tu figura,
ruda flecha encarnizada del amante
en tu agonía y tu altivez.








A Lou (1889)

¿El espíritu? ¡Qué me importa el espíritu! ¡Que me importa el saber! Sólo a los impulsos doy valor, -y juraría que éste es un rasgos que poseemos en común.

(Friedrich Nietzsche)



La hojarasca es soberbia y engañosa
porque en ella
prende el fuego con violencia
y con súbita bravura
y con fruición. Mas pronto cede.

Sólo a aquél resiste el tronco.
Y en su sólida materia
se habitúa persistente.
Y las lenguas lo acarician contra el tiempo
y su cuerpo les revela
llama a llama
la promesa y la amenaza de su amor.



Vicente Cervera