lunes, 24 de marzo de 2008

Arístides Vega Chapú

Manicomio de Montvergues, mi último día

También en soledad
de amor herido.
San Juan de la Cruz

A Anne Delbée



Es difícil el salto hacia el fondo de tus visiones,
arco de fuego que debo traspasar
como si fuese posible adueñarse de la luz
que el amanecer extiende entre nosotros.
Surge la aparición, no la verdad,
el gran fuego.
Viéndome volar entre sus llamas, sin vértigo
ni verdadera alegría, ni miedo al encierro o la muerte,
sino ceñida por el calor de unas manos que me poseen,
podré despertar en Montvergues
sin saber que es mi último día.
No lo olvides, Rodin,
sólo tomada de las manos me dejaré atrapar por el fuego,
No lo olvides.

Creí en mis palabras, afiebradas y torpes.
Pronunciadas sobre el espanto de las llamas,
para definir la belleza del fuego; Rodin, Rodin,
este ojo enrojecido me pertenece
y estos son los incendios del infierno
sobre los que te aguardo.
Rodin, Rodin, Rodin, extiéndeme tus manos,
no para olvidar que reposaron entre las mías,
ni para retirar el presagio que sofocará el mudo incendio,
sino para que penetren una última vez en mí.

Latiendo mi mano sobre tu corazón
que alguna vez me protegió, te guío hacia el pasado,
ese sitio en que también he sentido la ausencia
de un ser cercano y cálido.
He querido palparme y encontré la tibia sangre
caída de la cabeza que ahora es un pedazo de mármol
blanquísimo, moldeable por el oficio de las llamas.
Pesa demasiado la soledad
como el aparente cansancio de los inocentes ojos
de Láurore.
Soy Camille y no tengo a quien llamar
para que me proteja del frío,
como si fuese otra la que escucha el silencio
del invierno.
Soy Camille y he quedado atrapada en la soledad,
sin certeza alguna, ni un ojo
concebido para no olvidar la violencia
a la que me condenan.


Santa Clara, 1996.




VENDEDORA DE ROSAS

Veo pasar a la vendedora de rosas
en busca de la primavera,
extraviada en su sombra
o quién sabe si temerosa de la frialdad de este atardecer;
sin pasión por conservar el gesto orgulloso
con que muestra las flores
antes de confiar su precio.
La he creído ver perdida en esas horas
en que la luna desciende para dejarnos ver su extensa pradera.
La he visto
y su cesta de mimbre estaba vacía
como si el resplandor
hubiese marchitado las flores y el rostro.




Arístides Vega Chapú, (Santa Clara, Cuba, 1962). Poeta, narrador y promotor cultural. Miembro de la UNEAC. Sus últimos libros publicados son: Después del puente sobre las aguas, (antología poética), Ediciones MATANZAS, 2007; Que el gesto de tus manos no alcance, (Antología personal), Ediciones UNION, La Habana, 2008 y Te regalo el cielo, (novela para jóvenes), Editorial CAUCE, UNEAC, Pinar del Río, 2007