lunes, 31 de marzo de 2008

Ana Laura García

Una cama blanca
para una niña blanca
y su cuerpo
que olvido caminar,
pasa de la cama a la silla
de la silla a la cama.

Con la sonrisa que encandila
me pide cuaderno y colores,
va a dibujar un mundo
donde no necesite piernas.
Yo sólo tengo tinta
y hojas blancas.


Hija
hermana
mujer sin nombre,
en este desierto
sin cruces
rituales de muerte,
aquí atan los pasos,
silencian la sangre.
Grita tú
que todavía puedes.



Desnuda
esconde el corazón
entre unas líneas
y tacones altos.
Mientras no se maltrate
y amolde la mirada
por las noches
vende minutos
que le sobran.
Desde la acera opuesta
yo empeño los días.



Ana Laura García