martes, 1 de abril de 2008

Graciela Ramirez Ortega

Desperté

Dame años amargos de enfermedad, de insomnio y de fiebre. Quítame a mi niño y a mi amigo
y el don misterioso de cantar.(Oración, De La bandada blanca, 1916-1922, Anna Ajmatóva)


Desperté, no hay más dolor;
ya no siento tus gritos en mi vientre
el dolor de tus labios en mi, ha cesado,
tus palabras ya no me asechan…
Ojos, manos, uñas…
Mis ojos ya no ven a ese tierno niño
que nos miraba.
Nunca pediste perdón
y no sé si yo deseaba que lo hicieras,
lo soñaba si, pero ¿qué hacer?
No siento tu patética realidad y
la mía me abandonó hace tiempo.
Ser mujer no es tan fácil como suponías,
nunca me dejaste hablar,
fue por eso que decidí encerrarme
para probarme si soy extraordinaria,
por eso tantas noches febriles
odiando tu presencia.
Desperté
y ya no siento más dolor,
descubrí que no soy extraordinaria
pero soy mujer…
y aunque me veo sin vida
floto sobre mi cuerpo, prisión que
tú siempre profanabas, veo mi cuerpo inerte,
no puedo hacer más que perdonarte,
yazgo rota si, pero al fin puedo decir que soy bella,
la luna besa mis manos,
el rojo de mi sangre mancha
mis labios, mi blanco cuerpo.
Ahora puedo volar, flotar
y caminar.
Lejos de ti, lejos de tus mentiras.
te perdono porque estás ebrio
y el amor nos abandonó
hace tiempo.
Hoy sé perdonar, amar
y mirar.
Cerca de mí, cerca de mis razones.
Sin Alejandra A ella.


Para que Alejandra cante,
necesito el sol, para que sonría necesito,
un silencioso soplo de girasol.
Y si ella me olvida dejo de ser
lo que creo que soy,
si ella se va tan lejos como la luna
no pueda imaginar, me quedaré ciega
de tanto amor sin regar.
Entonces desde antaño la soñaba,
la respiraba y la cantaba, era tan blanca su alma,
era tan hermosa…
Para que Alejandra no me deje tengo que dejar de existir
y si me deja temblando
que me puedo y debo y quiero morir
para que sea alegrada por alguien que no soy yo
que no es mi hermano
y que la ame.

Hasta la luna con toda su gala de seda, se daría cuenta
que debajo de ella
existe una criatura tan etérea y celestial
y tan tierna con su cabello de plata…
con su juventud hendida, con su cintura estrecha.
Así pues la luna se dormiría en su cabello
y le alzaría las manos, le robaría
deseando ser como Alejandra.
Solo deseando, desear, mirar, respirar…
Y me doy cuenta que no quiero ser sin Alejandra.




GRACIELA RAMIREZ ORTEGA. Nació en Hermosillo, Sonora, México, en 1986. Cursa el cuarto semestre de la Licenciatura en Literaturas hispánicas en la Universidad de Sonora. En el 2005 fue seleccionada como representante del Colegio de Bachilleres, Plantel: Ernesto López Riesgo, para el concurso de Poesía a Nivel Bachillerato. Estudia Ruso e Inglés porque quiere viajar. Le gusta escribir poesía y cuento.