jueves, 10 de abril de 2008

Concha Rey Ruiz


Soñé que nos hundíamos
y que después nadábamos hacia la costa lentamente
y que de nuestras sombras verde claro
huían lo tiburones (H.V Temperley)

(...)a quien se le ocurre hacernos así con un gran agujero
en medio de nosotras(...) ( James Joyce: Ulises).




Yo supe, Mulligan, yo supe, cuando me levanté media dormida aquel sueño. Noté que aquel sueño fue como si un tiburón madre se quedase mirando a su hijo bajo el agua. Oh Mulligan, ¿por qué los tiburones verdes y su sombra desde allá arriba? ¿por qué Mulligan? Me levanté despeinada como el hambre, me levante dormida y en un papel decía: “mirada de cría de tiburón”. Me levanté con el detalle de una luz sobre mi altura, como el sol de Temperley que vio a dios. Pero yo no he visto a dios. Yo nunca lo veré, Mulligan. Miré desde lo alto el verde mar y veía tiburones en el agua. Desearía, Mulligan, una gran jarra de cerveza con forma de tiburón que me mirase las piernas...


Las mujeres nacemos madres, Mulligan, las mujeres nacemos con un agujero en medio para ser madres, como tiburonas... Así nos dijeron.
Las mujeres nacemos con un agujero en medio y otro atrás y una gran barra de pan que luego pariremos. El horno de los domingos después de la misa y dios. Dios no nace cada día de una mujer madre... La tienda de al lado nos trae la leche fresca de una vaca que será madre a 85 céntimos el litro. La leche caducará antes de que la vaca madre muera, antes de que yo te deje penetrarme, antes de que yo sea tu madre.

Las mujeres, las mujeres que no nacemos, las mujeres que no nacen como tiburones, que paren en el mar verde, mientras los tiburones las miran pariendo sin acercarse.

Una vez tuve un sueño en el que una mujer que era yo y no era yo, lanzaba aviones de papel que regresaban de la niebla, ella dije: “quiero tener un hijo” y se tocaba el vientre como me lo tocas tú, Mulligan, como tú tocas el vientre de la madre que no seré. Sólo si dios existiera yo podría dar a luz un hijo con tu nombre, pero dios no existe, hace mucho tiempo que sé que dios no existe. Aunque los tiburones madres paran, oh Mulligan, oh Mulligan, oh Mulligan.

La madre que no seré vendrá para decirte que no llores, que metas tu verga en mi vientre como si un toro de ojos grandes llegara a mi puerta dispuesto a hacerme madre. Yo también te miraré con el miedo con el que se mira a los ojos de un toro que suplica. Cargaré con las farolas negras y, aparecerán las ovejas blandas sobre la tierra


y la repulsa.



Concha Rey Ruiz, Las Palmas de Gran Canaria, España (1973). Licenciada en Psicología. Me interesa el diálogo entre disciplinas y entre géneros. Concivo la palabra poética como una herramienta para pensar. He publicado en algunas revistas de creación como Atril. Actualmente trabajo en el libro Lo que en la palabra no sucede.