martes, 1 de abril de 2008

Ángeles Lombao

Sombras

Primero fue el carmín.

Un color más discreto, más elegante dijo.

Y te pusiste un brillo entre los labios
imperceptible como las renuncias.

Vino después tu tiempo libre,
poco prudente para vestir
a la señora que tenías que ser,
esa dama discreta, siempre a tono
con el miedo que tocase ese día.

He visto como te encogías
revisando el color de tu piel
antes empuje, brío, insólita ceguera.

Buscabas cierzos.
Indagabas la razón de una nube
amarilla que se había metido
en tu almohada con picor de epidemia.


Una nube que te incluía toda
sin resquicios, sin desagües
ni aleros. Una nube con augurios
de ser más oscura.

Te he visto impidiendo
que el sol secase tus orillas.
La mirada perpleja como un golpe
de efecto. Perjurándote.

Me quedé en tu balcón a esperar
el regreso de aquel rojo carmín
a tus labios. A esperar tu memoria.

Una noche te imaginé de pronto
cargada de rocío, y corrí a rescatarte,
a romper tus galernas.

Cárcel de músicas, llanto de almíbar y hospedaje.
Allí estaba la sombra de tu cuerpo sin tu cuerpo.

Acusándonos.


Ángeles Lombao, Coruña, España