lunes, 24 de marzo de 2008

Liliana Cappagli

Safiya

“En marzo de 2002, el caso de Sayifa Hussaini cobró notoriedad internacional después que un tribunal islámico la condenara a ser enterrada hasta las axilas para a continuación morir apedreada, tras encontrarla culpable de adulterio, por mantener relaciones sexuales con un hombre casado. Pese a que la mujer, de 35 años, y madre de cinco hijos, alegó que había sido violada y aportó el testimonio de tres policías, las declaraciones de éstos no fueron aceptadas debido a que la Sharía exige un mínimo de cuatro testigos”. (Hombres, desde luego)


“SAFIYA” (o el triste destino de ser mujer en Nigeria).”

Aquí estoy.
No pueden verme.
Ustedes son los que no pueden verme, por eso me ocultan, como al rostro del pecado...
Detrás de este manto, están mis ojos de café negro, que en su mirada final los buscan, los recorren... estos ojos de mujer enamorada, y por lo mismo preñada de vuestro oprobioso semen.
Mírenme, hombres necios,
antes que las piedras que esconden en su mano se conviertan en sal, en arena,
antes que el viento desfallezca en mi cuerpo endeble su palidez sepulcral,
antes que caiga para siempre el velo que me oculta,
y descubra su cosecha mi vientre, duro como el acero,
negro y aceitado como la piel de mi amado,
como el brazo abrazado por el constante sol del desierto.
¡Mátame semental! ¡Mátame!
Que junto conmigo matarás a tu madre y a tu hija,
matarás a la tierra que te abriga,
a la amante que te nutre,
a la amiga que no olvida.
Sé que no podrás hacerlo si me miras a los ojos,
por eso me quitaré este manto de pirámide que me cubre.
Yo, virgen de los necios, que jamás he empuñado siquiera,
una piedra para arrebatarte mi amor de otras manos de mujer,
el beso de otros cuellos,
ni el perfume de sándalo y de azahar
a tu boca de fuego, de serpiente y de almendra.
No. No voy a hablar, ni a tratar de convencerlos.
Tantos son que forman un ejército de cobardes.
¡Yo, la puta Safiya, desnudo mi ruego de mujer al mundo,
clamo a los dioses y al universo que no me condenen a esta muerte apresurada!
Laten mis hijos en mis entrañas, ¿van a matarlos también, sin que esta pena sea clausurada para siempre?
¿Por qué me castigan? Ustedes, los mortales, ¿por qué me enjuician lejos de las leyes divinas, a morir una muerte vergonzante y cruel?
¡Que las cámaras de televisión me enfoquen, y sigan la muerte en vivo por Internet.
Mientras caen mis huesos uno a uno, en primerísimo primer plano: Blanco bulto de huesos negros.
Mientras millares de mujeres adúlteras se atragantan con la última ración de pollo, o se embriagan lujuriosos, con el vino de mi sangre, sus infieles maridos, echándome una ojeada perversa.
O se aparean miles de parejas de un sexo o de dos o de tres.
Mientras nacen miles de niñas en este mundo de injusticias que dios no creó.
¡Enfurecen a los dioses!
El sol se ha ocultado tras un eclipse, y ha cambiado el viento. ¿Podrá torcerse mi destino?... ¿Creen que al matarme dejarán de engañarlos?
¡No! ¡No soltaré a mi hijo de los brazos!
El se elevará conmigo en vuelo eterno, le crecerán alas de ángel, y sus ojos azules, se volverán de cielo, le enseñaré a volar, y aprenderá a respetar nuestro cuerpo, y a enredarse entre las piernas de una virgen predilecta,
con cabellos ondulados de sirena y cola de oro,
y collares de algas.
Oye hombre: te cambio las piedras calizas por esmeraldas de mi pubis, que brillan como estrellas de diamantes...
¡Ay! ¿no me escuchas?
Por favor, no me hieras, insensato.
Déjame balbucearte al oído el último resoplo: el viento de la muerte se acerca con ira, huraca-nado…
¡Ay! ¡Hombre! quiero decirte: …que te he amado.
A ti, que estás allí, entremezclado en la vil cacería.
Por favor, tú, no me lastimes. La paloma ya está herida.
Te di mi alma, te di mi cuerpo, te doy mi hijo.
¡Y a ti que me denunciaste, Hueney, sin pruebas,
a ti que me engañaste con cuanto precoz gorrión aproximaba sus senos punteagudos,
a ti que no te hace falta probar mi pecado, para que tu palabra engañosa me condene al Sharía!, te dejo todas las heridas,
las muñecas laceradas,
las marcas de las sogas en la piel calcinada,
las quemaduras de heno,
y que el divino te perdone.
A ti, hombre.




LILIANA CAPPAGLI. Ha ganado 4 Premios Nacionales con sus obras teatrales y otros, en Cuento y Poesía.
Fueron publicados seis libros con obras de su autoría. Es dramaturga, directora, y docente. Fue elegida Mujer del Año en 2006-2007, Ciudadana ilustre y Mujer Innovadora en la Cultura. Vive en Buenos Aires y estreno allí y en España. Escribe para Teatro x la Identidad desde el 2001.