miércoles, 24 de septiembre de 2008

Poetas se reconocen ante la palabra y recuerdan a sus hermanas



Por Aurora Sansores Serrano/enviada

Guadalajara, Jal., 5 dic 08 (CIMAC).- En la segunda mesa del Foro Internacional de Poesía “La mujer rota” resurgieron los recuerdos y las grandes luchas de las mujeres en un mundo inequitativo, en un entorno en el que, sin importar el país, la mujer ha tenido que crecer venciendo los arquetipos masculinos, a través del arte.

“De niña me recuerdo silenciada y con miedo”, afirmó en su ponencia la poeta Guadalupe Zubieta Valenzuela, al rememorar una niñez en el que su madre, “envuelta en sus demonios”, le decía que para lo que para los hombres era un placer, para las mujeres era un sacrificio. Recuerda también a un padre que la acusó de ser una vergüenza y de mancillar el apellido corriéndola de casa. “Mis padres y yo nunca llegamos a conocernos”, dijo.

Hizo un recuento de su juventud, en donde fue taciturna y se sentía perdida, sin reconocer su sexualidad y las veces que intentó decirle a sus amores fallidos que no le hicieran un poema que hablara de seducción: “mejor dime que aceptas el meteorito incrustado en mi pecho donde bullen el estudio y la escritura, acicates que me han mantenido de pie”.

Su vida de casada: esa esposa insegura y extraña de sí misma, que nunca pidió al esposo que en lugar de dejar su huella de silencios en los pliegues de la sábana, le escribiera una carta sobre la elegancia de su alma que aprendió a presentir; que durante las noches de matrimonio yermo se zambulló en la imaginación y vació en papel, con ira y avidez, las voces que traía adentro.

Habló de ese cariño que guardó en el ropero, con la desconfianza y el temor de ser usurpados, y el dolor de que su hijo se fuera de casa a los 18 años, dejándola sola, sin nadie, solo con su metáfora y su prosa “¿Cómo saber amarte, hijo, si yo continuaba ciega y extraviada?”

Detalló como, a través de las letras, tomó sentido su existencia y evitó que perdiera contacto con ella misma “en el aislamiento me reconozco ante la palabra, y es ella quien me invita a desnudarme, libre de prejuicios para escribir lo que nunca pude decir en voz alta”.

Y los sustantivos y, sobretodo, el verbo interior, empezaron a cobrar valor, porque a través de ese arte encuentra un lugar donde no tiene prisa, ni miedo de ser juzgada, rechazada o ser presa de la rutina.

Afirmó que en esa escritura encontró una vida donde lo asombroso y sorprendente coexisten con lo banal y cotidiano, en donde se siente libre, no tiene que andar a la defensiva, es más tolerante y supera la soledad y la ausencia del ser amado.

“Me salva de morir en un planeta donde los índices bursátiles y el sexo rápido se han convertido en los nuevos valores morales y el desempleo y dependencia de los fármacos son sucesos diarios”.

Reconoció que este siglo cibernético la aleja del lenguaje humano, que este siglo de alta tecnología la lleva al lugar de los inadaptados, porque en esta era moderna se hizo vieja antes de tiempo, y más sola, más seria y más callada, por eso ejerce la caligrafía del siglo XIX, sin el website y los megabites del siglo XXI.

“Y entonces regreso a mí y me quedo sola con el papel, único refugio de mis nostalgias. El miedo me atenaza en las noches, el que me induce al ansiolítico y el que me impide amar, es una especie de añoranza por la niña que no fui y por el dolor de la mujer que ahora soy, pero no importa cuántas heridas tenga, sí, después de todo, hay un pedazo azul claro en la palabra”.

MARÍA Y SUS HERMANAS QUE SUFREN

Por su parte, María Gourley, de Vancuover, Canadá, a pesar de su juventud reconoce los importantes avances logrados por los movimientos feministas durante las últimas décadas, pero lamenta que aun en la actualidad el patriarcado continúa tan arraigado en el colectivo, y que en la cohesión estructural en la que se ha desenvuelto la historia contemporánea les parezca normal y conveniente.

“Es así como hemos reducido las mujeres, sistemas de poder que nos han vuelto resistentes al dolor humano, tolerantes frente a la injusticia de nuestros modelos organizacionales, condescendientes con los métodos gubernamentales corruptos, y conformistas ante la destrucción de nuestros econsistemas”. Y recalcó “De estos arquetipos es donde han surgido los órdenes jerárquicos y el papel femenino de subordinación”.

Su corta edad no evitó que su preocupación cruzara fronteras y llegara a esas mujeres rotas del mundo que visualiza “mujeres de Sudán, del Congo, de Afganistán. Mujeres de Arabia Saudita, de Guatemala, el Salvador. Mujeres de Irán, de Yemen, hermanas de Ciudad Juárez.

Y elevó su voz por todas las mujeres que sufren y han sufrido los embates de la guerra, la injusticia y de los abusos instaurados por sistemas económicos y religiosos arbitrarios, donde todo tiene cabida menos el afecto y la igualdad.

Subrayó que millones de mujeres diariamente son víctimas del despotismo y tiranía que se vive en las sociedades donde les tocó nacer y existir, por lo que es trascendental desligitimar a los sistemas de autoridad patriarcal y luchar por la creación de estructuras pluralistas e inclusivas, basadas en el respeto hacia la diferencia.
Finalmente recalcó que ante un mundo donde la supremacía y la fuerza son el lenguaje común, falta la importancia de comprender el desarrollo emocional y creativo, la educación para la transformación “el arte nos posibilita la expresión de la imaginación, así como la universalización y difusión de la conciencia. Nuestra manifestación artística traza caminos de evolución hacia un proceso de liberación cognitiva”.